Matias

Publicado lunes, 20 de mayo de 2024

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INFJ

Cáncer

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El último Beso

En medio del torbellino de decisiones imposibles, Kalak se lanza a toda velocidad en un intento desesperado por salvar a Niko. Sus pasos resuenan en las calles ensangrentadas, esquivando cuerpos caídos, impulsado por la esperanza de rescatar a su compañero. Pero es inútil. Niko yace en su lecho de muerte, su cuerpo destrozado por las heridas de la noche interminable. Mientras su vida se desvanece, una cascada de sensaciones abrumadoras inunda su ser. El dolor de la muerte se apodera de él, calando hasta sus huesos, entumeciendo cada fibra de su cuerpo. La angustia de abandonar este mundo para siempre oprime su pecho con un peso insoportable. Cada respiración se vuelve más ardua que la anterior, como si el aire mismo se negara a entrar en sus pulmones. Niko siente la desesperación apoderarse de él, consciente de que cada aliento podría ser el último. A medida que su vida se escapa, una avalancha de recuerdos inunda su mente, transportándolo a momentos más dichosos. Ve a su amada Bea, tan radiante y hermosa como el día en que se conocieron. Revive cada sonrisa compartida, cada caricia furtiva, cada promesa susurrada bajo la luna. Y en ese último instante, en ese suspiro final, Niko se aferra al recuerdo del último beso que compartieron, aquella noche de tormenta cuando sus vidas se vieron forzadas a pronunciar un adiós que nunca debió ser. Gradualmente, su cuerpo comienza a entumecerse, perdiendo la sensibilidad en sus extremidades. Un zumbido ensordecedor invade sus oídos, ahogando todos los sonidos. Sus párpados se vuelven pesados, como si un sueño irresistible lo arrastrara hacia la oscuridad eterna. En medio de esta agonía, una sensación de ingravidez se apodera de su cuerpo. Niko se eleva, ligero y libre, desprendiéndose de las ataduras terrenales. Su alma flota por el pueblo, recorriendo las calles que una vez transitó, observando los rostros familiares de aquellos que dejó atrás. Luego, se adentra en la exuberante selva, surca el mar hacia las nubes y asciende aún más alto, hacia el cielo infinito. En un lugar que trasciende las estrellas, en un sitio imposible, Niko encuentra a Bea. Ella está sentada junto a una roca, contemplando un mar de agua estelar, su belleza etérea iluminando un espacio que es a la vez cristalino e impenetrable. Sus miradas se encuentran y, en ese instante, ambos comprenden que este momento estaba destinado a suceder. No hay sorpresa, solo una sensación de inevitabilidad. El tiempo pierde su significado en este reino etéreo. El último beso compartido en la Tierra y este reencuentro parecen ocurrir simultáneamente, como si toda su vida separados no fuera más que un suspiro. En este lugar más allá de la vida, Niko y Bea se convierten en uno solo, sus esencias entrelazadas en una danza que se pierde en la inmensidad de lo desconocido. Desde su nueva morada en el cosmos, Niko y Bea contemplan el mundo que dejaron atrás. Es como un sueño caótico y distante, una historia que le sucede a otros. A través de los ojos de las estrellas, son testigos del ataque del Tiranosaurio a Sulaka Ishki y de la lucha interna de los héroes que deben decidir entre el sacrificio y la supervivencia. Pero los astros no revelan el desenlace de esta historia. Ese final queda en manos de aquellos que aún respiran, de los valientes que enfrentan la adversidad en las calles teñidas de sangre. Pase lo que pase a sus amigos terrenales, Niko y Bea van a estar esperándolos en las estrellas… Unidos, completos, eternos…