Eduardo

Publicado sábado, 21 de octubre de 2023

6m

INTP

Leo

La introversión me vuelve un eremita... a veces sin quererlo

Vive en mí una contradicción agotadora y angustiante que se debate la atención de mis afectos. Mi cordura se desgarra entre mi espíritu, sabedor éste de la inconstancia de los hombres, de su frágil voluntad y del dolor que su compañía provoca; espíritu también, que predica las virtudes de la interminable soledad y del silencio abrumador; y por otro lado, mi corazón, patriarca de mis pasiones, anhelante del placer humano, que busca sin descanso la experiencia del amor sublimado, intenso y desbordado; corazón que no se conforma con la quietud del remanso solitario, sino que arde en ansias por el éxtasis de las emociones que el hombre solo puede lograr acompañado; corazón que ignoraba hambriento de su muy particular alimento: el arrobamiento del deseo satisfecho. Mi espíritu es el de un ermitaño, mi corazón, el de un hombre cualquiera. Incluso peor, mi corazón, de conciencia propia, sensible es a la ausencia del amor humano. Ignorar es imposible para él, vivir en soledad, impensable ¿Qué hacer cuando, la voluntad me inclina a la vida solitaria, alejada de cualquier inclinación corporal y, mi naturaleza, me obliga a satisfacer el placer amoroso, genuino y auténtico, que solo en compañía ve su florecimiento? ¿A dónde ir si a la soledad ya no le soy grato y los hombres me rechazan por no ser capaz de inspirar amor? Ser como Antonio, como Pablo, como Jerónimo, como Macario quiero.