Boo

Estamos a favor del amor.

© 2024 Boo Enterprises, Inc.

Alex
Alex

1m

ESFJ

Sagitario

Roma (#10)

La esperaba en la puerta del restaurante donde habíamos quedado para cenar. No muy lejos de Termini. Acababa de visitar "el Éxtasis de Santa Teresa", en Santa María de la Victoria. Colores vivos, esculturas en mármoles blancos, frescos delineados...sobrecogedor. El armatoste que formaba el órgano de aquella iglesia, sobre el altillo que dominaba su atrio, su estructura de un tono plateado, me hacía oírlo sin necesidad de hacerlo sonar. No paraba de encontrar maravillas tras la vuelta de cada esquina. Ella dobló una de esas esquinas, captando totalmente mi atención al hacerlo. Vestido ceñido negro, corto, engalanando sus piernas con unas medias claras, en contraste. Tacones altos, marcando un poderoso tac-tac en su caminar, retumbando por la callejuela. Su pelo azul, liso, ondeando rítmicamente con cada paso, cayendo sobre sus hombros, sus ojos luminosos, potenciando su profundidad con una fina línea negra de maquillaje. Sus labios, envueltos en un rosa ténue, que empezó a hacer juego con la coloración de sus mejillas mientras se acercaba. Un pequeño bolso sujeto a su hombro, con su chaqueta colgada en él. Que jodida preciosidad de mujer. Hermosa, más aún con la seguridad que esa noche portaba en su mirada, siendo consciente de su poder. Aprovecharíamos nuestro finito tiempo, el que pudiéramos disfrutar juntos. Cenamos, salimos de copas. Reímos, charlamos... Llegué a pensar en quedarme allí, con ella, porque también era su deseo. Dejar todo y cambiar de país, como había hecho ella. En esos meses allí, ella había sentido en algún momento que se había equivocado al cambiar su vida, y pensó en recular y volver. Ahora, tenía claro que de no haberlo hecho, esa sonrisa sincera que se había dibujado en su rostro no sería tal. Yo no podía quedarme, sentía que habría de volver, a solucionar todo lo que necesitaba solucionar. Mudarme sería como seguir huyendo, como había hecho toda la vida, de quién era, de lo que era. Ella si lo necesitó, porque nunca había huido hasta ese momento, para mí habría sido continuar corriendo, y necesitaba parar. Había sentido lo que la huída podía hacer en ti, el hecho de que huyeran de mi. No era una opción. Ambos lo sabíamos, nuestro tiempo juntos caducaría, y quizá por ello cada minuto fuera tan especial, tan único. Horas después, la desnudaba, muy lentamente, en la intimidad del hotel, mientras me miraba. Abrazaría, sin dejar espacio entre nosotros, otra noche más, esa magna obra de arte de carne y piel clara, otorgándole todo el calor que pudiera provenir de mi. La besé, con cariño, cada gramo de su piel. Dediqué horas a que cada uno de sus poros se imbuyera del cariño del que hacía unos días, adolecía. Escribí un poema romántico con mis labios en toda su extensión, de la misma manera que ella escribía los suyos con su pulgar, cuando fundíamos nuestras manos al caminar. No necesitaba oírla gemir, tan solo, sentirla suspirar.

0

0

Comentar

Escritura Comunidad

La comunidad de escritura, chatea, y debate.

ÚNETE YA

212 mil ALMAS

lo mejor
nuevas

¡Sin comentarios aún!

Conoce a Nuevas Personas

20.000.000+ DESCARGAS

ÚNETE YA